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En medio del caos y la indignación que generó el desmantelamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) por parte del Gobierno de Trump, la antropóloga sudafricana Kathryn Mathers nos aporta una mirada crítica sobre dicha agencia y sobre el “complejo humanitario-industrial” en su conjunto. ”USAID es, en gran medida, parte de un sistema y una industria que no solo se apoya en la desigualdad existente a nivel global […] sino que, de muchas maneras, la produce”, señala Mathers. En última instancia, el financiamiento destinado para la ayuda internacional, gran parte del cual de hecho vuelve a Estados Unidos, “cumple con su objetivo de promover los intereses de Estados Unidos” y “hace invisibles las causas de la desigualdad global, ocultando cómo, a menudo, esa desigualdad es provocada por las propias políticas de Estados Unidos, sus acuerdos comerciales y otras formas del capitalismo extractivista”. Mathers enfatiza que, sin embargo, los abruptos recortes impuestos por Trump a la agencia, lejos de resolver la “paradoja” de la ayuda humanitaria, “simplemente están haciendo daño”.
Transcripción
AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now!, democracynow.org. Soy Amy Goodman.
Terminamos el programa de hoy con una mirada crítica del papel que la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y otras agencias de ayuda internacional desempeñan en el Sur Global.
Nos acompaña Kathryn Mathers, antropóloga y profesora en la Universidad de Duke. Su nuevo artículo para el sitio web Africa Is a Country se titula: “La forma incorrecta de acabar con la ayuda”. En él escribe: “El complejo industrial humanitario debe ser desmantelado, pero no por un multimillonario respaldado por el Gobierno sin ningún plan más allá del abandono”. La profesora Mathers es la autora de dos libros: “Viajes, humanitarismo y convertirse en estadounidense en África” y “Mesianismo blanco y cultura popular: África imaginada como un espacio para la salvación estadounidense. La profesora Mathers es coproductora del documental “Cuando digo África”, que será presentado próximamente.
Bienvenida a Democracy Now!, profesora Mathers.
KATHRYN MATHERS: Gracias.
AMY GOODMAN: Mientras vemos lo que está sucediendo en la USAID, el desmantelamiento total de esta agencia, ¿puede compartir su crítica de la agencia, pero también lo que piensa que se debe hacer?
KATHRYN MATHERS: Sí, yo hice referencia al trabajo de Teju Cole al argumentar sobre el complejo industrial humanitario, porque creo que la USAID es realmente parte de un sistema y de una industria que no solo depende de la desigualdad y el sufrimiento a nivel mundial, sino que, de muchas formas, los reproduce. Durante mucho tiempo he criticado este sistema, y estas estructuras, porque creo que causan más daño que el bien que persiguen o que afirman hacer.
Creo que este es un sistema que invisibiliza las causas de la desigualdad global, que oculta las formas en que las políticas y los acuerdos comerciales de EE.UU. y otras formas de capitalismo extractivo son con frecuencia los causantes de estas crisis y desafíos que muchas personas en el mundo enfrentan y que luego este sistema de ayudas interviene para asistir o resolverlos. Pero, de hecho, no están resolviendo nada en absoluto, porque se aseguran de que nunca jamás nos preguntemos: ¿Por qué Estados Unidos tiene los recursos y el poder para ayudar de esta manera, mientras que otras personas a menudo sufren por cosas que son causadas por las propias políticas de Estados Unidos?
Y es ese tipo de paradoja lo que estaba tratando de abordar, porque, por supuesto, la eliminación abrupta de lo que de hecho son, como escuchábamos antes, programas necesarios que ayudan a personas que lo necesitan no es más que un toro suelto en una tienda de porcelanas y, de nuevo, solo está causando daño. Así que, para mí, esto es una paradoja complicada, porque si yo abogara por algún tipo de cambio, sería que países como Estados Unidos deberían ofrecer reparaciones por la devastación climática que han causado en el Sur Global en beneficio de sus propias economías y de su propio estilo de vida. Y, ciertamente, yo quisiera ver una serie de medidas comprensivas y cuestionamientos sobre qué es lo que un país como Estados Unidos está haciendo para generar este tipo de desigualdades y para producir o reproducir la incapacidad de países como Sudáfrica, por ejemplo, para fabricar sus propios medicamentos para el VIH y proporcionárselos a su población.
Entonces, creo que existe este riesgo generado por el complejo industrial humanitario, que permite que la gente diga: “Bueno, estamos haciendo lo correcto. Estamos haciendo algo positivo”, y les permite sentirse bien sobre su implicación y su participación en un sistema que en realidad ayuda a producir y reproducir esa pobreza o esa desigualdad.
AMY GOODMAN: Usted ha trabajado con proyectos financiados por la USAID de alfabetización de adultos y educación electoral en Sudáfrica. Sobre ese trabajo, usted ha escrito que dependía en gran medida de financiación de donantes occidentales, pero que “siempre venía con condiciones, especialmente el dinero de la USAID”. ¿A qué tipo de condiciones se refiere? ¿Cree que el objetivo de la USAID es, en última instancia, fortalecer la economía estadounidense? Y ese es un punto muy interesante. Tal vez la gente no sepa, por ejemplo, que millones y millones de dólares van a los agricultores de maní en Estados Unidos para proporcionar un producto destinado a bebés y niños para combatir la desnutrición, pero el dinero no va a esos otros países, va directamente a los agricultores en Estados Unidos.
KATHRYN MATHERS: Exactamente. Y ciertamente, la USAID es consciente de ello. Funciona en beneficio de Estados Unidos y de la economía estadounidense y de su propia idea de sí misma en el mundo, al menos hasta antes de este mes. Pero una gran cantidad de su presupuesto, aún siendo pequeño, de hecho, como acaba de describir, va a las industrias estadounidenses, a los agricultores estadounidenses, a los fabricantes estadounidenses. E incluso con un pequeño proyecto como el nuestro —que no compra nada y por lo tanto podemos usar eso… podíamos usar ese dinero en nuestros programas— una gran parte de ese presupuesto va a los auditores en Washington, por ejemplo. Es una especie de ciclo en el que se da dinero para algo, pero gran parte termina volviendo a EE.UU. Y de hecho, hace su trabajo de apoyar de alguna forma los intereses estadounidenses, en gran medida.
El otro conjunto de condiciones, por decirlo de alguna manera, es que nunca fue posible en realidad que una organización como la nuestra simplemente hiciera su trabajo. El Proyecto de Alfabetización tuvo un enfoque sostenible, una estructura de trabajo que estaba funcionando muy bien en educación básica para adultos, alfabetización, aritmética, educación financiera. Pero obtener financiamiento de una agencia como la USAID, y ciertamente no es única en esto, era casi imposible. Dennos fondos para hacer el trabajo que realmente hacemos. Podemos demostrar que lo hacemos. Y es realmente exitoso. Entonces, cada seis meses tienes que escribir propuestas de financiamiento que presentan nuestro trabajo en el lenguaje atractivo actual sobre lo que importa en la ayuda o el desarrollo. Y lo que importa en la ayuda o el desarrollo se decide en Washington, en Nueva York, en Londres, en Ginebra. No se decide sobre el terreno, donde la gente está haciendo el trabajo. Y hay esta reticencia en apoyar eso.
AMY GOODMAN: Quería preguntarle, profesora Mathers, sobre la historia de críticas hacia la USAID en muchas partes del mundo, cuando se usa, por ejemplo, como fachada de la CIA. Me gustaría mencionar un par de ejemplos de América Latina. En 2010, la USAID financió encubiertamente una red social similar a Twitter en Cuba para provocar una “primavera cubana”, con la esperanza de hacer caer al Gobierno.
La semana pasada, el escritor ganador del Premio Pulitzer e historiador Greg Grandin habló con UpFront de Al Jazeera sobre la USAID. Esto es lo que dijo.
GREG GRANDIN: La USAID es la expresión perfecta de la fusión del poder duro y el blando. Hace un trabajo importante y humano y creo que estaba financiando el único hospital que sigue en funcionamiento en Gaza, y cosas así, y suministra medicamentos en África, pero también es la agencia que financiaba programas de “promoción de la democracia”. Y estos eran todos… Cuando la Fundación Nacional para la Democracia, que opera bajo la USAID, fue fundada en 1983 durante el Gobierno de Reagan, su primer director dijo: “Hacemos abiertamente lo que la CIA solía hacer de manera encubierta”, lo que significa que financian grupos de oposición. […] Cuando están en países que abiertamente disienten de la hegemonía estadounidense, como Bolivia, ustedes financian estas organizaciones que básicamente dan la alarma de que el país se encamina hacia una dictadura, y, ya saben, manipulan a la prensa. En Bolivia, la razón por la que ese golpe no se afianzó es porque Evo Morales expulsó a la USAID.
AMY GOODMAN: También hemos escuchado, por ejemplo, a Peter Kornbluh, del Archivo de Seguridad Nacional, diciendo que entre los más infames ejemplos de financiamiento de la USAID estaba la Oficina de Seguridad Pública, un programa de capacitación policial de la USAID en el Cono Sur que también entrenó a torturadores. Solo tenemos 20 segundos. No es en lo que usted se centraba, pero ¿cuál es su opinión sobre cómo se ha utilizado [la USAID]?
KATHRYN MATHERS: No tengo ninguna duda de que se ha usado de esa manera. No tengo pruebas de ello. Ciertamente está en la conversación en Sudáfrica, por ejemplo. La gente hace esas acusaciones y se frustra por ello. Pero estoy más interesada en la forma en que este tipo de agencias frena la capacidad de Sudáfrica de resolver sus propios problemas. No apoya esa capacidad.
AMY GOODMAN: Creo que eso es clave. Y vamos a enlazar a sus artículos en nuestra web.
Profesora Kathryn Mathers, de la Universidad de Duke, muchas gracias. Soy Amy Goodman. Gracias por acompañarnos.
Traducido y editado por Igor Moreno Unanua e Iván Hincapié.